2018-03-01 Jueves II semana de Cuaresma
Evangelio: Lc 16, 19-31
Ayer decía en la homilía que sabemos aprovechiar de los contactos con las personas bien conocidas, importantes, las cuales tienen un poder o ocupan una posición alta en la sociedad. Y hoy nos dice a nosotros el profeta Jeremías: “Maldito el hombre que confía en el hombre y busca su apoyo en la carne, mientras su corazón se aparta del Señor”. Son las palabras fuertes, pero para comprenderlas bien tenemos que subrayar, que el profeta Jeremías no condena a cada persona que confía en el hombre y busca su apoyo, pero sólo a quien, que buscando la ayuda del hombre se aparta al mismo tiempo del Señor. O diciendo de otro modo, condena a quien que confía en el hombre tan fuerte, que Dios no cuenta más en su vida.
En nuestra oración repetimos muchas vecez “Jesús confio en vos”! Y es importente que esta frase no sea una frase vacía. Confíar en Dios, confíar en Jesús, confíar en el poder de la oración es el fundamento de la vida cristiana. Podemos destacar: debemos confíar más en el Dios que en un hombre.
El Evangelio nos presenta una narración de la vida de un hombre rico y de un pobre llamado Lázaro. Sin analizar en detalle la narración, podemos decir simplemente. Uno de los dos, el pobre, confíaba en Dios y no tenía apoyo de parte del rico. Es muy interesante que Jesús contando esta narración llama el pobre por nombre – Lázaro, mientras que el rico no tiene nombre proprio. Eso es un signo que Dios con mucho amor y de manera muy personal mira a cada persona pobre y cada persona que sufre.
Al final del Evangelio de hoy día hay algo muy interesante. Después de la muerte el rico sufre enormemente y pide que Lázaro sea enviado a la tierra para “que él prevenga /a sus hermanos/, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento”. La respuesta de Abraham es: “Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen”.
La expresión “tienen a Moisés y los Profetas” significa que tienen la Sagrada Escritura. Sí, la verdad es que todo que sirve para nuestra salvación, todo que sirve para que un hombre llegue al cielo está en la Biblia.
Nosotros, cierto, también tenemos la Sagrada Escritura. Tenemos que usarla, leerla, meditarla, practicarla para que nuestra confianza y nuestra fe se aumenten y nos conduzcan a la vida con Dios.